Durante la segunda mitad del siglo XIX, el Lago de Tacarigua, también conocido como Lago de Valencia, se convirtió en el escenario de un ambicioso proyecto de modernización. La navegación a vapor llegó para transformar la forma en que las personas y mercancías se movían entre Maracay, Valencia y otros pueblos de la región.

En 1851, las diputaciones de Aragua y Carabobo impulsaron la creación de un servicio de navegación a vapor. Rafael Urdaneta y Guillermo C. Arriens fueron contratados para llevar a cabo esta iniciativa. A finales de noviembre de ese mismo año, el primer barco de vapor llegó al lago, marcando un hito en la historia del transporte en Venezuela.

Uno de los barcos más icónicos de la época fue el Urdaneta, que comenzó a operar en 1853. Esta embarcación simbolizaba el avance tecnológico, permitiendo viajes más rápidos y eficientes entre los puertos del lago. Con el tiempo, otras naves como el Valencia, el Valencia I y el Tacarigua se sumaron a la flota, facilitando el comercio y la movilidad en la región.

Construcción y operatividad de los barcos de vapor

El Urdaneta fue ensamblado en un astillero improvisado a orillas del lago. Sus piezas llegaron desde Puerto Cabello, transportadas en carretas de bueyes y mulas. Más adelante, en 1929, el general Juan Vicente Gómez adquirió el Valencia II, que no solo se utilizó para paseos exclusivos, sino también para transportar prisioneros hasta la Isla del Burro, donde funcionaba una prisión.

El Tacarigua, de origen alemán, destacaba por su estructura de tres pisos y sus innovaciones, como un ascensor que llevaba comida y bebidas a los camarotes y al comedor. Este barco, además de ser utilizado para transporte y comercio, se convirtió en el epicentro de fiestas y eventos organizados por la élite de la época.

El puerto de El Javillo: epicentro comercial y social

Los barcos de vapor tenían su principal puerto en El Javillo, en Maracay. Este puerto se convirtió en un punto neurálgico de comercio y encuentro social, donde llegaban mercancías, pasajeros y noticias de toda la región.

Las travesías por el lago no solo tenían un propósito comercial, sino también recreativo. La llamada “Costa Esmeralda”, famosa por su exuberante vegetación, era el destino favorito de familias y enamorados que buscaban un día de descanso. La Isla del Burro y Otama, con su tranquilidad y belleza natural, también formaban parte del recorrido.

El fin de una era: el ocaso de la navegación a vapor

Con la llegada del siglo XX y el auge del transporte terrestre, los barcos de vapor en el Lago de Tacarigua fueron quedando en el olvido. Se estima que la navegación comercial a vapor cesó en la década de 1950, dando paso a una nueva era de carreteras y automóviles.

Aún hoy, los restos del Tacarigua pueden verse en la ribera del lago, en el sector Yuma, recordándonos la época dorada de la navegación a vapor. Aunque su estructura se ha deteriorado con el tiempo, sigue siendo un testimonio del pasado y del impacto que estos barcos tuvieron en el desarrollo de Maracay y sus alrededores.

El legado de los barcos de vapor en el Lago de Tacarigua

Aunque ya no surcan las aguas del Lago de Tacarigua, los barcos de vapor dejaron una huella imborrable en la historia de la región. Sus historias y leyendas siguen vivas en la memoria de los maracayeros, recordándonos un tiempo en el que el lago era sinónimo de progreso, modernidad y conexión entre ciudades.

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