En las costas de Ocumare de la Costa, un lugar cargado de historia y misticismo se eleva entre las olas: El Paso de la Virgen.
Este rincón del Parque Nacional Henri Pittier es mucho más que una formación rocosa; es un símbolo de fe, esperanza y conexión con la naturaleza.

Antes de llegar al Paso de la Virgen, los viajeros se sumergen en un mosaico de playas y paisajes únicos.
Hacia el este, la Bahía de Cata se despliega como un anfiteatro natural, donde el azul del mar se funde con el dorado de la arena. Más allá, Playa Cuyagua atrae a surfistas y aventureros con sus olas indomables y su vegetación exuberante.

En este recorrido, el viajero es testigo del contraste entre las aguas tranquilas de la Ciénaga y la fuerza del mar abierto, un paisaje que se convierte en el preludio perfecto antes de alcanzar la roca blanca del Paso de la Virgen.

Un faro espiritual en el Caribe

En la ciénaga de Ocumare, una roca blanca emerge del agua, una presencia imponente que evoca la figura de la Virgen María. Esta formación natural es considerada un faro espiritual para los pescadores y navegantes que surcan estas aguas.

Durante las noches estrelladas, la roca se convierte en un espejo luminoso bajo la luz de la luna, un espectáculo que ha inspirado historias y leyendas que se transmiten de generación en generación.

El Paso de la Virgen es un punto de encuentro entre los vientos del Caribe y las corrientes del litoral, lo que hace de esta zona un lugar tan majestuoso como peligroso. Durante la Semana Santa, los vientos soplan con mayor fuerza, un fenómeno que los pescadores interpretan como una prueba de fe.Sin embargo, entre junio y noviembre, el mar se calma, permitiendo una navegación más apacible. Es en esta época cuando los delfines hacen su aparición, ofreciendo un espectáculo natural que los lugareños consideran un regalo divino.

Navegación y tradiciones marineras

Navegar por el Paso de la Virgen requiere precaución y respeto. Los pescadores locales, guardianes de los secretos del mar, conocen cada corriente, cada viento y cada roca oculta bajo las aguas. Antes de zarpar, se encomiendan a la Virgen, pidiendo protección y una pesca abundante, una tradición que ha pasado de generación en generación.

En días festivos, los pescadores organizan procesiones náuticas en honor a la Virgen, decorando sus embarcaciones con flores y velas, un espectáculo que atrae tanto a los locales como a los visitantes que buscan un momento de reflexión y conexión espiritual.

Un espectáculo natural y espiritual

En octubre, las aguas se convierten en un escenario de maravillas. Delfines juguetones realizan un ballet acuático, una danza sincronizada que los locales interpretan como un mensaje divino, un recordatorio de que la fe y la naturaleza están intrínsecamente conectadas.

Para los pescadores, la aparición de los delfines es un presagio de buena fortuna, una señal de que el mar está bendecido y que la Virgen está vigilando cada embarcación que pasa por su santuario.

El Paso de la Virgen es más que un lugar; es una experiencia transformadora, un espacio donde lo divino y lo terrenal se entrelazan en un abrazo eterno.

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